Monday, February 6, 2012


Razones de la Reforma Pro-Salud







“Amado, deseo que prosperes en todo, y tengas salud, así como prosperas espiritualmente”. 3ra de Juan 2.





Razones de la Reforma Pro-Salud



PARA LA GLORIA DE DIOS

1. Se nos concede una sola vida; y la pregunta que cada uno debe hacerse es: "¿Cómo puedo invertir mis facultades de manera que rindan el mayor provecho? ¿Cómo puedo hacer más para la gloria de Dios y el beneficio de mis semejantes?"  Pues la vida es valiosa sólo en la medida en que se la usa para el logro de estos propósitos.

Nuestro primer deber hacia Dios y nuestros semejantes es el desarrollo individual.  Cada facultad con que el Creador nos ha dotado debemos cultivarla hasta el más alto grado de perfección, para realizar la mayor suma de bien de la cual seamos capaces.  Por tanto, está bien invertido el tiempo que se usa en la adquisición y la preservación de la salud física y mental.  No podemos permitirnos empequeñecer o inhabilitar ninguna función del cuerpo o de la mente.  Con la misma seguridad con que lo hagamos, deberemos sufrir las consecuencias.



ESCOGER LA VIDA O LA MUERTE:

Cada hombre tiene la oportunidad, en alto grado, de hacer de sí mismo lo que elija ser.  Las bendiciones de esta vida, y también las del estado inmortal, están a su alcance.  Puede él formar un carácter de gran excelencia, y adquirir nueva fuerza a cada paso. Puede avanzar diariamente en conocimiento y sabiduría, consciente de que el progreso le proporcionará nuevas delicias, y añadir una virtud a otra, una gracia a otra.  Sus facultades mejorarán con el uso; cuanto más sabiduría obtenga, mayor será su capacidad para adquirir más aún, su inteligencia, conocimiento y virtud se desarrollarán así para adquirir mayor fuerza y más perfecta simetría.



Por otra parte, puede permitir que sus facultades se herrumbren por falta de uso, o que sean pervertidas por malos hábitos, y por falta de dominio propio o de vigor moral y religioso.  Entonces marcha hacía abajo; es desobediente a la ley de Dios y a las leyes de la salud.  El apetito lo domina.  La inclinación lo desvía.  Le resulta más fácil permitir que los poderes del mal, que están siempre activos, lo arrastren hacia atrás que luchar contra ellos y avanzar.  Sigue luego la disipación, la enfermedad y la muerte.  Esta es la historia de muchas vidas que podrían haber sido útiles en la causa de Dios y la humanidad.



Buscad la perfección:

2. Dios quiere que alcancemos el ideal de perfección hecho posible para nosotros por el don de Cristo.  Nos invita a escoger el lado de la justicia, a ponernos en relación con los agentes celestiales, a adoptar principios que restaurarán en nosotros la imagen divina.  En su Palabra escrita y en el gran libro de la naturaleza ha revelado los principios de la vida.  Es tarea nuestra conocer estos principios y por medio de la obediencia cooperar con Dios en restaurar la salud del cuerpo tanto como la del alma.



3. El organismo vivo es propiedad de Dios; le pertenece por el derecho que le confieren la creación y la redención.  Por lo tanto, por el empleo equivocado de cualquiera de nuestras facultades, despojarnos a Dios del honor que le debemos.



Un asunto de obediencia:

4. La obligación que tenemos para con Dios de presentarle cuerpos limpios, puros y sanos, no se comprende.

5. El dejar de cuidar la maquinaria viviente es un insulto infligido al Creador.  Existen reglas divinamente establecidas que, si se observan, guardarán a los seres humanos de la enfermedad y la muerte prematura.

6. Una razón por la cual no disfrutamos de más bendiciones del Señor, es que no prestamos atención a la luz que le ha placido darnos con respecto a las leyes de la vida y la salud.

7. Dios es tan ciertamente el autor de las leyes físicas como lo es de la ley moral.  Su ley está Escrita con su propio dedo sobre cada nervio, cada músculo y cada facultad que ha sido confiada al hombre.

8. El Creador del hombre ha dispuesto la maquinaria viviente de nuestro cuerpo. Toda función ha sido hecha maravillosa y sabiamente. Y Dios se ha comprometido a conservar esta maquinaria humana marchando en forma saludable, si el agente humano quiere obedecer las leyes de Dios y cooperar con él.  Toda ley que gobierna la maquinaria humana ha de ser considerada tan divina en su origen, en su carácter y en su importancia como la Palabra de Dios.  Toda acción descuidada y desatenta, todo abuso cometido con el maravilloso mecanismo del Señor, al desatender las leyes específicas que rigen la habitación humana, es una violación de la ley de Dios.  Podemos contemplar y admirar la obra de Dios en el mundo natural, pero la habitación humana es la más admirable.

[El pecado de seguir una conducta que gaste innecesariamente la vitalidad u oscurezca el cerebro  -194]

9. Es tan ciertamente un pecado violar las leyes de nuestro ser como lo es quebrantar las leyes de los Diez Mandamientos. Hacer cualquiera de ambas cosas es quebrantar los principios de Dios.  Los que transgreden la ley de Dios en su organismo físico, tendrán la inclinación a violar la ley de Dios pronunciada desde el Sinaí.

[Véase también 63]



Nuestro Salvador advirtió a sus discípulos que inmediatamente antes de su segunda venida existiría un estado de cosas muy similar al que precedió al diluvio.  El comer y beber sería llevado al exceso, y el mundo se entregaría al placer.  Este estado de cosas es el que existe hoy.  El mundo está mayormente entregado a la complacencia del apetito; y la disposición a seguir costumbres mundanas nos esclavizará a hábitos pervertidos: hábitos que nos harán más y más semejantes a los moradores de Sodoma que fueron condenados.  Me he admirado de que los habitantes de la tierra no hayan sido destruidos, como la gente de Sodoma y Gomorra.  Veo que existe suficiente razón que explica el estado de degeneración y mortalidad imperante en el mundo.  La pasión ciega controla la razón, y en muchos casos toda consideración elevada es sacrificada a la lujuria.

El conservar el cuerpo en una condición sana, a fin de que todas las partes de la maquinaria viva actúen armoniosamente, debe ser el estudio de nuestra vida.  Los hijos de Dios no pueden glorificarlo a él con cuerpos enfermos o mentes enanas.  Los que se complacen en cualquier clase de intemperancia, ora sea en el comer o beber, malgastan su energía física y debilitan su poder moral.

10. Puesto que las leyes de la naturaleza son las leyes de Dios, sencillamente es nuestro deber dar a estas leyes un estudio cuidadoso.  Debemos estudiar sus requerimientos con respecto a nuestros propios cuerpos, y conformarnos a ellos. La ignorancia en estas cosas es pecado.

[La ignorancia voluntaria aumenta el pecado-  53]

"¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?" "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?  Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Cor. 6:15, 19, 20).  Nuestros cuerpos son la propiedad adquirida por Cristo, y no estamos en libertad de hacer con ellos como nos parezca.  El hombre ha hecho esto.  Ha tratado su cuerpo como si las leyes que lo rigen no tuvieran ninguna penalidad.  Debido al apetito pervertido, sus órganos y facultades se han debilitado, se han enfermado y se han inutilizado.  Y estos resultados que Satanás ha producido con sus propias tentaciones especiosas, los usa para vituperar a Dios.  El presenta ante Dios el cuerpo humano que Cristo ha comprado como su propiedad; ¡y qué repugnante representación de su Creador es el hombre!  Debido a que el hombre ha pecado contra su cuerpo, y ha corrompido sus costumbres, Dios resulta deshonrado.

Cuando los hombres y las mujeres se convierten de verdad, respetan concienzudamente las leyes de la vida que Dios ha establecido en su ser, y así tratan de evitar la debilidad física, mental y moral.  La obediencia a estas leyes ha de convertirse en un deber personal.  Nosotros mismos debemos sufrir los males producidos por la violación de la ley.  Debemos dar cuenta a Dios por nuestros hábitos y prácticas.  Por lo tanto, la pregunta que debemos hacernos no es: "¿ Qué dirá el mundo?" sino " ¿Cómo trataré yo, que pretendo ser un cristiano, la habitación que Dios me ha dado? ¿Trabajaré para lograr mi más alto bien temporal y espiritual al guardar mi cuerpo como templo para la morada del Espíritu Santo, o me abandonaré a las ideas y prácticas del mundo?"



Penalidad de la ignorancia:

11. Dios ha establecido leyes que gobiernan nuestra constitución, y estas leyes que él ha implantado en nuestro ser son divinas, y para cada transgresión existe una penalidad, que ha de cumplirse tarde o temprano.  La mayor parte de las enfermedades que han hecho sufrir y que están haciendo padecer a la humanidad, han sido creadas por los hombres debido a la ignorancia de las leyes básicas que rigen su propio organismo.  Parecen indiferentes en materia de salud, y trabajan con perseverancia para despedazarse, y cuando están quebrantados y, debilitados corporal y mentalmente, mandan a buscar al médico y se acarrean la muerte con las drogas.



No siempre son ignorantes:

12. Cuando se habla con algunas personas acerca del tema de la salud, a menudo dicen: "Sabemos actuar mucho mejor de lo que lo hacemos".  No se dan cuenta de que son responsables de todo rayo de luz recibido con respecto a su bienestar físico, y que todos sus hábitos están abiertos a la inspección de Dios.  La vida física no ha de ser tratada de manera fortuita o descuidada. Todo órgano, toda fibra del 21 ser, han de ser sagradamente preservados de prácticas dañinas.



La responsabilidad por la luz:

13. En el tiempo en que brilló sobre nosotros la luz de la reforma pro salud, y desde ese tiempo en adelante, la pregunta siempre presente ha sido ésta: "¿Estoy yo practicando la verdadera temperancia en todas las cosas?" "¿Es tal mi régimen alimenticio que me pondrá en una posición en la cual pueda realizar la mayor suma de bien?" Si no podemos contestar estas preguntas en forma positiva, aparecemos condenados delante de Dios, porque él nos tendrá por responsables de la luz que ha brillado sobre nuestro sendero.  Dios nos ha tolerado durante el tiempo de nuestra ignorancia, pero tan pronto como la luz brilla sobre nosotros, él nos exige que cambiemos nuestros hábitos destructores de la salud, y que nos coloquemos, en la debida relación con las leyes físicas.

14. La salud es un tesoro.  De todas las posesiones temporales es la más preciosa.  La riqueza, el saber y el honor se adquieren a un precio elevado, cuando se obtienen a costa de la pérdida del vigor de la salud.  Pero ninguna de estas cosas puede asegurar la felicidad, si la salud llega a faltar.  Abusar de la salud que Dios nos ha dado es un terrible pecado; tales abusos nos debilitan para la vida y nos hacen perdedores, cualquiera sea el grado de educación que alcancemos por ese medio.

[Ejemplos de sufrimiento debido al descuido de la luz -119, 204]

15. Dios ha provisto pródigamente para la subsistencia y la felicidad de todas sus criaturas; si sus leyes nunca fueran violadas, si todos los seres humanos actuaran de acuerdo con la voluntad divina, el resultado sería la salud, la paz y la felicidad, en lugar de la miseria y el mal permanente.

16. Una cuidadosa conformidad de nuestra parte con las leyes que Dios ha implantado en nuestro ser, asegurara la salud, y no se producirá un quebrantamiento de la constitución.

[La reforma pro salud como medio que el Señor tiene para aminorar el sufrimiento -788]



Una ofrenda sin tacha:

17. En el servicio judaico antiguo se exigía que todo sacrificio fuera sin tacha.  En el texto se nos dice que presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, que es nuestro racional culto.  Somos la obra de Dios.  El salmista, al meditar en la obra maravillosa de Dios revelada en la estructura humana, exclamó: "Asombrosa y maravillosamente he sido formado" (Sal. 139:14, VM).  Hay muchas personas que se educan en las ciencias y se familiarizan con la teoría de la verdad, pero no entienden las leyes que gobiernan su propio ser.  Dios nos ha dado facultades y talentos; y es nuestro deber, como hijos e hijas de Dios, hacer el mejor uso de ellos.  Si debilitamos estas facultades de la mente o del cuerpo por medio de hábitos erróneos o por la complacencia de un apetito pervertido, será imposible que honremos a Dios como debiéramos.

18. Dios exige que el cuerpo le sea presentado como sacrificio vivo, no como sacrificio muerto o moribundo.  Las ofrendas de los antiguos hebreos debían ser sin tacha, ¿y será agradable para Dios aceptar una ofrenda humana llena de enfermedad y corrupción?  El nos dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo; y nos exige que cuidemos este templo, a fin de que sea una habitación adecuada para su Espíritu.  El apóstol Pablo nos da esta amonestación: "No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Cor. 6: 19, 20). Todos deben ser muy cuidadosos para preservar el cuerpo en la mejor condición de salud posible, a fin de que puedan rendir a Dios un servicio perfecto, y cumplir su deber en la familia y en la sociedad.



Una ofrenda despreciable:

19. Debe obtenerse conocimiento con respecto a cómo comer, beber y vestirse como para preservar la salud.  La enfermedad es causada por la violación de las leyes de la salud; es el resultado de infringir las leyes de la naturaleza. Nuestro primer deber, un deber que tenemos para con Dios, hacia nosotros mismos y con nuestros semejantes, es obedecer las leyes de Dios, que incluyen las leyes de la salud.  Si estamos enfermos, imponemos una carga cansadora a nuestros amigos y nos descalificamos para cumplir nuestros deberes hacia la familia y los vecinos.  Y cuando la muerte prematura es el resultado de nuestra violación de la ley natural, acarreamos dolor y sufrimiento a los demás; privamos a nuestros vecinos de la ayuda que debiéramos darles mientras vivimos; despojamos a nuestras familias del bienestar y la ayuda que debiéramos darles, y privamos a Dios del servicio que él reclama de nosotros para hacer progresar su gloria. ¿No somos, pues, transgresores de la ley de Dios y en el peor sentido?

Pero Dios es muy piadoso, bondadoso y tierno, y cuando la luz les llega a los que han perjudicado su salud por complacencias pecaminosas, y ellos se convencen de pecado, y se arrepienten y buscan el perdón, él acepta la pobre ofrenda que le presentan y los recibe. ¡Oh, cuán tierna es la misericordia que él manifiesta al no rechazar lo que queda de la vida, de la cual ha abusado el sufriente y arrepentido pecador!  En su bondadosa misericordia, salva a estas almas, como si fuera por fuego. ¡Pero cuán inferior y despreciable sacrificio, en el mejor de los casos, es éste para ofrecer a un Dios puro y santo! Las facultades nobles han sido paralizadas por hábitos erróneos de pecaminosa complacencia.  Las aspiraciones están pervertidas, y el alma y el cuerpo desfigurados.



El porqué de la luz de la reforma pro salud:

20. El Señor ha permitido que su luz brillara sobre nosotros en estos últimos días, para que la oscuridad y las tinieblas que se han estado juntando en las pasadas generaciones debido a una complacencia pecaminosa, pudieran ser en cierto grado despejadas, y para que el tren de los males que han resultado debido a la intemperancia en él comer y en el beber, pudiera ser disminuido.

El Señor proyectó con sabiduría colocar a su pueblo en una posición en, que se separara del mundo en espíritu y práctica, y en que sus hijos no fueran inducidos con tanta facilidad, a la idolatría, mancillándose con las corrupciones prevalecientes de su época.  Es el propósito de Dios que los padres creyentes, y sus hijos se presenten como representantes vivos de Cristo, candidatos para la vida eterna.  Todos los que son participantes de la naturaleza divina escaparán a la corrupción: que está en el mundo por la concupiscencia.  Es imposible que los que gratifican el apetito alcancen la perfección cristiana.

21. Dios ha permitido que la luz de la reforma pro salud brillara sobre nosotros en estos días finales, para que andando en la luz escapemos a muchos de los peligros: a que estaremos expuestos.  Satanás está obrando con gran poder para inducir a los hombres a dar rienda suelta al apetito, a gratificar la inclinación y a gastar sus días con descuidada insensatez.  Presenta las atracciones de una vida de disfrute egoísta y de complacencia sensual.  La intemperancia absorbe las energías tanto de la mente como del cuerpo.  El que es así vencido, se ha colocado en el terreno de Satanás, donde será tentado y molestado, y finalmente dominado a gusto por el enemigo de toda justicia.

22. A fin  de preservar la salud, se necesita la temperancia en todas las cosas: temperancia en el trabajo, temperancia en el comer y en el beber. Nuestro Padre celestial envió la luz de la reforma pro salud como protección contra los males resultantes de un apetito degradado, a fin de que los que aman la pureza y la santidad sepan cómo usar con discreción las buenas cosas que él ha provisto para ellos, y a fin de que por el ejercicio de la temperancia en la vida diaria, puedan ser santificados por medio de la verdad.

23. Téngase siempre presente que el gran objeto de la reforma higiénica es asegurar el más alto desarrollo posible de la mente, el alma y el cuerpo.  Todas las leyes de la naturaleza -que son las leyes de Dios- han sido ideadas para nuestro bien.  Su obediencia promoverá nuestra felicidad en esta vida, y nos ayudará a prepararnos para la vida futura. Consejos Sobre el Régimen Alimenticio pg. 15-25.



EDUCAR:

24. Necesitamos estar cada vez en lo cierto. Necesitamos educar a nuestros hermanos en la correcta reforma pro salud. "Limpiémonos­dice el apóstol­de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios." (2 Cor. 7:1.) Debemos tener razón para resistir en los últimos días. Necesitamos cerebros claros y mentes sanas en un cuerpo sano. Debemos empezar a trabajar seriamente por nuestros hijos, por cada miembro de nuestras familias. ¿Echaremos mano de esta obra y trabajaremos basados en lo correcto? Jesús va a venir; y si seguimos una conducta que nos impida ver las verdades destinadas a elevar las almas en estos postreros días, ¿cómo seremos santificados por la verdad? ¿Cómo podremos prepararnos para la inmortalidad ? El Señor nos ayude, a fin de que podamos comenzar a trabajar aquí como nunca antes. Joyas de los testimonios tomo 1 pg. 192.


No comments:

Post a Comment